—DeberĂamos recoger nuestras cosas —dijo Gideon finalmente—. Y deberĂas hacer algo urgente con tus cabellos; parece como si algĂşn idiota se hubiera puesto a revolver en ellos con las dos manos y luego te hubiera tirado sobre un sofá… Sea quien sea el que nos espere sabrá que dos y dos son cuatro… Oh, por Dios, no me mires asĂ. —¿CĂłmo? —Como si ya no pudieras moverte. —Es que no puedo —dije en serio—. Soy un pudin. Me has transformado en un pudin.