—Voy a alargar esto todo lo que pueda, Becca, y cuando hayamos acabado comenzarĂ© de nuevo. Y asĂ hasta que amanezca porque ya será mañana y no tendrás que preguntarme quĂ© va a ocurrir con nosotros. Esta noche serán todos los dĂas y todas las noches a partir de ahora.
—Vamos, B. Te llevo a casa. —¿Y los demás? ÂżLucĂa se ha ido sin mĂ? —¿Tienes miedo de volver a montar conmigo? —se burlĂł Ă©l, y me dio la sensaciĂłn de que habĂa escogido las palabras de forma deliberada—. En moto, quiero decir. «No muerdas el anzuelo», me dije, consciente de que me estaba desafiando. —Creo que cogerĂ© un taxi. EnarcĂł las cejas, divertido por mi indecisiĂłn, y se cruzĂł de brazos a la vez que esbozaba una sonrisa de suficiencia. —Prometo no ir demasiado deprisa para ti —asegurĂł, y de nuevo no supe dilucidar si solo hablaba de la velocidad suicida a la que conducĂa o estaba adquiriendo otro tipo de compromiso.
-No deberĂas beber tanto, imagina la decepciĂłn de tu amiguita si luego... ya sabes... -Tranquila, soy perfectamente capaz de cumplir. -No me lo jures. -ÂżQuĂ©? -Que es fantástico, Lucas. Te felicito por ser tan eficiente. -Bebe-me indicĂł, más como una orden que como una sugerencia. CambiĂł su vaso vacĂo por uno lleno y se lo volviĂł a tragar de golpe-. Te veo tensa. -No soy yo el que se está bebiendo hasta el agua de los floreros.